Pues sí, hoy hace 4 años que Zeltia me mandó un mensaje diciendo lo de Michael Jackson. Un mensaje que yo leí en Madrid, porque hoy hace 4 años que me fui de casa. No fue la huida hacia adelante que tenía pensada, fue más bien una huida un poco a la desesperada, un poco forzada, lo que yo creía que sería simplemente una estación intermedia hacia quién sabía qué. Lo malo es que cuando no sabes a donde vas, es muy fácil perderse por el camino.
No sé por qué esta efeméride precisamente hoy, no el primer aniversario, no dos ni tres años, tampoco cinco: cuatro. Tuvo que ser hoy, cuando una compañera de trabajo me preguntó "How long have you been qualified?", que me di cuenta. Y no parece que hayan pasado especialmente rápido, han pasado tantas cosas que por fuerza tiene que haber sido mucho tiempo. Aunque sí que parece que fue ayer por la tarde cuando llegué a San Benito a refugiarme con vosotros, y también parece que fue anoche cuando me subí al socibus y mi madre me decía que no llorara. Pero no, todo eso pasó hace 4 años y un día. Y a esta hora ya tenía firmado mi primer contrato de trabajo, y tomaba mojitos para celebrarlo junto a un fin de exámenes. And so many things to unwrap.
26.6.13
4.4.13
Sounds quite good
Tener tanto planeado que hoy, jueves, debería estar haciendo la maleta para el domingo, ya que entre trabajo, barbacoas y cenas de cumpleaños no me va a quedar hueco. Por supuesto necesito una última sesión de: adaptador del enchufe, bolsas transparentes, etc etc, que inevitablemente tendrá lugar el sábado a las 4 de la tarde.
A pesar de la pereza que me da el viaje en sí (el traslado físico, los siete husos horarios), una parte de mí está deseando subirse al avión, quitarse los zapatos, y dejar todas las conexiones del cerebro en tierra (o como mínimo en la mochila facturada) (sí, habeis leido bien, mochila). Mañana voy a currar como una china para que a las 18.00 en punto, hora Greenwich, mi cerebro se apague, de forma que lo único que se oiga dentro de mi cabeza sea ese silencio que sigue al hecho de apagar la campana extractora en la cocina. La paz. Que será plena cuando el avión despegue y no haya conexión alguna con la vida cotidiana. Los problemas se quedarán en tierra, a lo mejor pasan a saludarme en alguna de mis escalas, pero mientras esté allí arriba no podrán tocarme, ya que no podré hacer nada por ellos.
Luego, cuando llegue a mi destino final, el filtro aplicado hará que todo sea mejor, más bonito.
A pesar de la pereza que me da el viaje en sí (el traslado físico, los siete husos horarios), una parte de mí está deseando subirse al avión, quitarse los zapatos, y dejar todas las conexiones del cerebro en tierra (o como mínimo en la mochila facturada) (sí, habeis leido bien, mochila). Mañana voy a currar como una china para que a las 18.00 en punto, hora Greenwich, mi cerebro se apague, de forma que lo único que se oiga dentro de mi cabeza sea ese silencio que sigue al hecho de apagar la campana extractora en la cocina. La paz. Que será plena cuando el avión despegue y no haya conexión alguna con la vida cotidiana. Los problemas se quedarán en tierra, a lo mejor pasan a saludarme en alguna de mis escalas, pero mientras esté allí arriba no podrán tocarme, ya que no podré hacer nada por ellos.
Luego, cuando llegue a mi destino final, el filtro aplicado hará que todo sea mejor, más bonito.
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