A santo de qué venir aquí, cuatro años después, quién sabe.
Hace unos días hablaba con la gente de Qwerty de este blog, y ayer con Mer, de cómo no iba de nada pero nos hacía bien, porque escribir vale para ordenar ideas. Aunque sea el momento de teclear una palabra o ponerla en el papel, ya te hace tener que atraparla del torbellino que bulle por la cabeza, tienes que elegir una y lo mismo después no sirve, para eso está el backspace o el tachón, pero también eso es tiempo dedicado a algo distinto que no sea ahogarse en una tormenta (¿se puede uno ahogar en una tormenta? yo diría que sí).
¿Será que es 31 de diciembre? Pensaba que habría muchas entradas de nocheviejas o años nuevos haciendo balances y propósitos, pero después de un rato navegando me he dado cuenta de que no, y eso me gusta. Siempre he sido muy de listas y enumeraciones, pero iban más con viajes, o fechas de exámenes.
Llevo ya un tiempo muy escéptica con el tema de "a ver si se acaba ya el 2020", en serio, la mayoría de vidas van a seguir exactamente igual mañana. Un día como cualquier otro, como mucho admito la luz, dos minutos o algo así más. Supongo que este año la humanidad está especialmente ávida de cambios y buenas noticias.
Una cosa que en cambio sí me gusta remarcar cada año es el solsticio, porque tiene un significado físico y real, el día más corto, la noche más larga, no cambia tu vida en nada pero oye, la luz es la que es, y si alguien se ha tomado la molestia de calcular en qué momento el sol alcanza su mayor o menor altura aparente, pues a mí me gusta dedicarle un tuit, o un story, qué sé yo.
Y es que a pesar de todo lo dicho anteriormente, aquí estoy tecleando el 31 de diciembre.