La historia de dos personas sobrias. Por Sara y Cristina.

Éranse una vez dos ragazze spagnole que se quedaron sin alcohol en medio de un anfiteatro. ¡Oh, no! ¿Qué podríamos hacer? La respuesta era obvia: ir al castillo a rellenar. Y eso hicieron...
Cristina abrió la botella de Lambrusco, con las capacidades plenas de una persona sobria (de las que Sara carecía en aquel momento).
Cristina probó el vino para asegurarse de que era bueno (el que parte y reparte se lleva la mejor parte).Entonces, y solo entonces, Cristina decidió que Sara podía a su vez recargar. Se aseguraron de que las turcas no estaban. Pruebas infalibles: la luz del baño bien apagada...
No había zapatos fuera de la habitación...Entonces Sara tuvo hambre. Y comió lechuga.
Y buscó algo más que comer...Y se desesperó por la falta de víveres.
Entonces Cristina decidió que era un buen momento para tomar café.
Y también un buen momento para tirárselo por encima.
Siempre viene bien para el cutis.
Resignada, se despojó de su atuendo cafeínico y recién lavado.
Pero Cristina es una chica muy limpia. Y muy seria.


Y solo se lavó la cara una vez hubo arreglado el estropicio.


Entonces comenzó la aventura de volver al anfiteatro con la botella a medias. Aquí un árbol.
Aquí un bicho.
Aquí, dos ciegas. Y mi ojo.

Aquí, la victoria.
Aprovecharon para repostar energía antes de que los malvados ubriacos cosentinos del anfiteatro les arrebataran su trofeo.
Y respostaban...


Y entonces Cristina entró en frenesí al ver el coche rojo de Vinny que tantas veces nos había llevado a hacer la spessa.
¡¡¡¡NO PODÍA PARAR!!!!

Tras calmarse, iniciaron de nuevo el camino al anfiteatro.

Y allí llegaron, victoriosas, sanas y salvas, a encontrarse con los suyos.
Con los suyos.
Colorín colorado, este ubriacuento se ha acabado :)