12.3.11
Recuerda:
Estaba preparando una entrada más leída y escribida para este tema, pero una visita que hemos tenido esta tarde me ha enfadado particularmente, así que me lanzo a ver qué sale, a estas horas de la noche.
Lee lo que pone el cartel. ¿Lo has leído? No, en serio, léelo. Aquí es fácil. En la farmacia no hay un cartel como ese, pero me encantaría que lo hubiera, para poder decirle a la gente que perdiera un par de segundos en leerlo. ¿Crees que sabes cuándo necesitas un antibiótico porque una vez te lo mandaron? No, no es así.
¿Crees que te digo que no puedo vendértelo porque me caes mal, o porque soy una persona maligna que desea que mueras por un resfriado normal y corriente? No, tampoco es así.
Si no te vendo un antibiótico, es porque legalmente no puedo. El día que eso cambie, entonces, a lo mejor tendré las herramientas necesarias para evaluar si lo necesitas o no, y según ese criterio y ningún otro te lo daré. Te explicaré por qué, no creas. Pero imagino que en ese momento me escucharás, no como ahora, que te preocupas más en concentrarte en contarme la mentira de que el dentista te acaba de recetar el augmentine por teléfono (esta es la de salir del paso) o que has empezado el tratamiento y te has dejado la caja en el metro y tienes que terminarlo (porque todo el mundo sabe que cuando uno sigue un tratamiento, la caja no la lleva en el bolso, ni en el bolsillo, la lleva en la mano y casualmente la olvida en el asiento de al lado).
Nota: sé que en gran parte la culpa de que la gente crea que puede tomar antibióticos como si fueran juanolas es de los farmacéuticos, pero no toda. Pero para esto sí que es tarde, otro día vuelvo al tema.
4.3.11
Clostridium tetani
A veces creo que estoy un poco loca, aunque no suelo darle mucha importancia, porque imagino que igual que todo el mundo, esos rincones del cerebro donde nadie entra, a saber qué guarda cada uno. El caso es que una de mis particulares locuras es imaginar qué podría pasar después de un suceso nimio que desencadenara una serie de catastróficas desdichas. Tardo un segundo en calcular unas diez posibilidades, es decir, dedico una décima de segundo a cada una de ellas y luego vuelvo a la realidad. Nadie se da cuenta nunca, y no me pasa mucho, así que por perder un par de segundos a la semana imaginando tonterías no me preocupo, la verdad.
Pero me hizo gracia, el otro día, que me corté sin darme cuenta en la mano. Miré y tenía el corte, me pasa mucho en la farmacia (papeles, cutter, son objetos peligrosos para la piel). Total, que me vino un flash, como no sabía con qué me había cortado, de que ¿¿¿y si me entra el tétanos y me muero y ni siquiera sé por qué y en el hospital nadie se lo explicará porque nadie reparará en ese pequeño corte de mi mano??? (nota: se tarda mucho más en leerlo que en pensarlo, creedme).
Pasada la décima correspondiente, olvidé el pensamiento, pero curiosamente por la noche, mientras me empezaba a doler un poco, tropecé con este poema en la Spoon River Anthology de Edgar Lee Masters.
Pero me hizo gracia, el otro día, que me corté sin darme cuenta en la mano. Miré y tenía el corte, me pasa mucho en la farmacia (papeles, cutter, son objetos peligrosos para la piel). Total, que me vino un flash, como no sabía con qué me había cortado, de que ¿¿¿y si me entra el tétanos y me muero y ni siquiera sé por qué y en el hospital nadie se lo explicará porque nadie reparará en ese pequeño corte de mi mano??? (nota: se tarda mucho más en leerlo que en pensarlo, creedme).
Pasada la décima correspondiente, olvidé el pensamiento, pero curiosamente por la noche, mientras me empezaba a doler un poco, tropecé con este poema en la Spoon River Anthology de Edgar Lee Masters.
Charlie French
Did you ever find out
which one of the O'Brien boys it was
Whos snapped the toy pistol against my hand?
There when the flags were red and white
In the breeze and "Bucky" Estil
Was firing the cannon brought to Spoon River
From Vicksburg by Captain Harris;
And the lemonade stands were running
And the band was playing,
To have it all spoiled
By a piece of a cap shot under the skin of my hand,
And the boys all crowding about me saying:
"You'll die of lock-jaw, Charlie, sure."
Oh, dear! oh, dear!
What chum of mine could have done it?
Feliz finde, que yo me voy a casa :)
1.3.11
Los pucheros son:
Los pucheros, al igual que las opiniones, son como los culos: todo el mundo tiene una forma de hacerlo (o de usarlo, en el caso del culo), y no hay dos exactamente iguales.
Todo el mundo tiene su teoría, y por supuesto, todo el mundo tiene una madre, una abuela y/o una tía que tiene también su propia forma, aderezada por años y años de práctica.
Como bien sabeis, la cocina no es ni mi fuerte ni mi pasión, pero de vez en cuando es divertido hacer una de esas cosas que se supone que son mágicas: metes todo en la olla y ya está. LA PRIMERA MENTIRA.
De hecho, eso fue lo que me dijo mi abuela ayer cuando la llamé para preguntarle. ¿Tienes todos los avíos? Pues ya está.
Luego resultó una conversación de unos 40 minutos de la que extraje la siguiente información valiosa:
- Es importante lavar los avíos antes de echarlos, porque por lo visto están hechos principalmente de sal (y un pequeño porcentaje de partes de animales).
- Hay que "espumarlo". ¿Qué es espumar? Pues es quitar una espuma que supuestamente debe aparecer en algún momento (ahora mismo estoy esperándola, de hecho escribo en la cocina porque mi abuela me repitió varias veces que no se me olvidara, que me cargaría el caldo si la dejaba ahí). Me hallo intrigada por saber de dónde viene esa espuma, a la vez que emocionada por poder al fin usar la espumadera para el noble fin que le dio su nombre.
- La tercera cosa a tener en cuenta es la que causa más presión: el puchero no debe dejar de hervir EN NINGÚN MOMENTO. Si añades agua tiene que estar lo suficientemente caliente como para que el hervor no pare. Porque si eso sucede los garbanzos se pondrán duros, y nunca más volverán a su ser (de esos errores salen los pucheros esporádicos que recuerdas pensando que tu madre no había dejado los garbanzos el tiempo suficiente, pues no, no era eso, las madres no son tan tontas como para retirar la olla del fuego antes de lo previsto)
(me pregunto cuándo va a salir la espuma...)
En fin, después hablé con mi madre, que me dio su propia versión de los hechos, así que añadiendo un poco de una y un poco de otra, puse en la olla la fusión de todo (luego subiré foto de lo feo que es un puchero antes de hacerse, no como las lentejas que quedan tan bonitas...).
Sale la espuma. El experimento está en marcha. En próximos episodios contaré qué tal ha salido, y también relataré el aterrador momento en que descubrí que el tocino (una de las cosas que se le pone al puchero) tiene PELOS.
(Las indicaciones hechas en este artículo están basadas en los pucheros de mi madre y de mi abuela. Cualquier parecido con pucheros de otras madres o abuelas es pura coincidencia).
Todo el mundo tiene su teoría, y por supuesto, todo el mundo tiene una madre, una abuela y/o una tía que tiene también su propia forma, aderezada por años y años de práctica.
Como bien sabeis, la cocina no es ni mi fuerte ni mi pasión, pero de vez en cuando es divertido hacer una de esas cosas que se supone que son mágicas: metes todo en la olla y ya está. LA PRIMERA MENTIRA.
De hecho, eso fue lo que me dijo mi abuela ayer cuando la llamé para preguntarle. ¿Tienes todos los avíos? Pues ya está.
Luego resultó una conversación de unos 40 minutos de la que extraje la siguiente información valiosa:
- Es importante lavar los avíos antes de echarlos, porque por lo visto están hechos principalmente de sal (y un pequeño porcentaje de partes de animales).
- Hay que "espumarlo". ¿Qué es espumar? Pues es quitar una espuma que supuestamente debe aparecer en algún momento (ahora mismo estoy esperándola, de hecho escribo en la cocina porque mi abuela me repitió varias veces que no se me olvidara, que me cargaría el caldo si la dejaba ahí). Me hallo intrigada por saber de dónde viene esa espuma, a la vez que emocionada por poder al fin usar la espumadera para el noble fin que le dio su nombre.
- La tercera cosa a tener en cuenta es la que causa más presión: el puchero no debe dejar de hervir EN NINGÚN MOMENTO. Si añades agua tiene que estar lo suficientemente caliente como para que el hervor no pare. Porque si eso sucede los garbanzos se pondrán duros, y nunca más volverán a su ser (de esos errores salen los pucheros esporádicos que recuerdas pensando que tu madre no había dejado los garbanzos el tiempo suficiente, pues no, no era eso, las madres no son tan tontas como para retirar la olla del fuego antes de lo previsto)
(me pregunto cuándo va a salir la espuma...)
En fin, después hablé con mi madre, que me dio su propia versión de los hechos, así que añadiendo un poco de una y un poco de otra, puse en la olla la fusión de todo (luego subiré foto de lo feo que es un puchero antes de hacerse, no como las lentejas que quedan tan bonitas...).
Sale la espuma. El experimento está en marcha. En próximos episodios contaré qué tal ha salido, y también relataré el aterrador momento en que descubrí que el tocino (una de las cosas que se le pone al puchero) tiene PELOS.
(Las indicaciones hechas en este artículo están basadas en los pucheros de mi madre y de mi abuela. Cualquier parecido con pucheros de otras madres o abuelas es pura coincidencia).
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