12.3.11

Recuerda:


Estaba preparando una entrada más leída y escribida para este tema, pero una visita que hemos tenido esta tarde me ha enfadado particularmente, así que me lanzo a ver qué sale, a estas horas de la noche.

Lee lo que pone el cartel. ¿Lo has leído? No, en serio, léelo. Aquí es fácil. En la farmacia no hay un cartel como ese, pero me encantaría que lo hubiera, para poder decirle a la gente que perdiera un par de segundos en leerlo. ¿Crees que sabes cuándo necesitas un antibiótico porque una vez te lo mandaron? No, no es así.
¿Crees que te digo que no puedo vendértelo porque me caes mal, o porque soy una persona maligna que desea que mueras por un resfriado normal y corriente? No, tampoco es así.

Si no te vendo un antibiótico, es porque legalmente no puedo. El día que eso cambie, entonces, a lo mejor tendré las herramientas necesarias para evaluar si lo necesitas o no, y según ese criterio y ningún otro te lo daré. Te explicaré por qué, no creas. Pero imagino que en ese momento me escucharás, no como ahora, que te preocupas más en concentrarte en contarme la mentira de que el dentista te acaba de recetar el augmentine por teléfono (esta es la de salir del paso) o que has empezado el tratamiento y te has dejado la caja en el metro y tienes que terminarlo (porque todo el mundo sabe que cuando uno sigue un tratamiento, la caja no la lleva en el bolso, ni en el bolsillo, la lleva en la mano y casualmente la olvida en el asiento de al lado).

Nota: sé que en gran parte la culpa de que la gente crea que puede tomar antibióticos como si fueran juanolas es de los farmacéuticos, pero no toda. Pero para esto sí que es tarde, otro día vuelvo al tema.
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