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Anoche me dormí intentando focalizar mis pensamientos para no pensar en niños que arden espontáneamente, ni tortugas, ni ojos azules, ni robbie williams, ni movimientos armónicos. Y creo que funcionó, no recuerdo nada.
Esta noche probaré a pensar en la indiferencia, a ver que tal me va. Aunque, en ausencia de libro para leer (los que tengo no me apetecen) y habiendo derrochado gran parte del día en... en hacer... esto, como se dice... NADA, la lectura que me acompañará en las últimas horas del día más largo del año será una apasionante reflexión sobre los eicosanoides. Qué bonito. Yo no sé quién se tuvo que aburrir tanto y empezar a poner enzimas por aquí y por allá, y tantos compuestos, y tantas tonterías, con lo bien que deben vivir los paramecios en su unicelularidad (aunque no puedan comer patatas fritas, una lástima). A lo que iba, que se me va la cabeza, puede que mi noche esté poblada de horribles pesadillas en las que cadenas de ácidos grasos poliinsaturados con 20 átomos de carbono me acorralen y muerdan con sus miles (bueno, 19) de dientes afilados. O tal vez no, tal vez me haga amiga de un grupo de prostaglandinas la mar de simpáticas que vienen a tomar té con pastas en el techo de mi cuarto (apunte para mañana: ¡alquilar mary poppins!). A mí no me importa, si eso después me ayuda el día del examen... encantada.

Me voy a la cama, que durmáis bien, queridos y sufridos lectores.

PD: últimamente veo este blog distinto
no sé si es que he cambiado, si es que ya paso de contar siempre lo mismo, si es que decir todo lo que se me pasa por la cabeza es más divertido, jaja, si dijera todo lo que se me pasa por la cabeza...-_-U