31.3.04

No eres tú mi cantar...

Desde el momento en que hice la comunión, y hasta unos 4 o 5 años después, cada vez que iba a una misa (de difuntos, bodas o comuniones, nada más) o salía con mis padres a ver la semana santa, esos actos se convertían en una especie de renovación de fe, un arrepentimiento por no hacer lo que debería hacer (ir a misa los domingos, confesar cada mes, comulgar otras tantas veces...creer...) y una promesa de rezo todas las noches. Esos pensamientos se diluían rápidamente, duraban, a lo sumo, una semana. La única vez que estuve rezando durante más tiempo seguido, por las noches, fue la última. A raíz de un problema que no viene al caso, y que no dependía en absoluto de mí. Un problema que descubrimos un miércoles santo, y al día siguiente me encontraba rogando a dios o a quien quiera que fuese que lo solucionara. Al final todo acabó bien, pero seguramente no sería gracais a mis plegarias nocturnas, ya que dejé de hacerlas mucho tiempo antes de que se solucionara. A pesar de aquella pérdida definitiva de fe, siempre que volvía a la Iglesia me envolvía un aroma familiar, y al asistir a las misas podía recordarme unos cuantos años atrás, cuando, aún sin entender todo aquello, creía en ello. Pero en esta semana que ha pasado, me he visto totalmente diferente. Al entrar el primer día en la iglesia (creo que desde hacía un año), me vino, como siempre, ese aroma familiar. Pero en cuanto el cura empezó a hablar, me sentí ajena a todo aquello, sin recordar nada, como si viniera de otra cultura muy distinta y no pudiera entender nada de aquellas palabras, de las oraciones, de darse la paz. Ayer lo confirmé, ya no sentía nada en absoluto en ese lugar, ni siquiera curiosidad, me dediqué a jugar con el reflejo del borde de mis gafas, viendo como las llamas de las velas cambiaban de forma. Si me movía más o menos rápido parecían mariposas (si alguien se extrañó al verme asentir repetidamente, ya sabe lo que estaba haciendo...).

Lo más curioso de todo esto, es que el miércoles santo, cuando vaya a la salida de La Sed, seguiré notando un raro cosquilleo...pero supongo que es cosa de familia más que nada. Y porque él podría estar ahí sin que yo lo supiese, total, qué más da, si con los capirotes no se nota (aunque yo sepa que era el nazareno más bajito de todos, y que siempre iba descalzo, y que era imposible no saber que era él).

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