[...]
(Entra el VIEJO DE LA FLAUTA.)
VIEJO DE LA FLAUTA.- ¡Hola, muchachos! Me voy a sentar aquí, que estoy para el arrastre.
CLIMANDO.- Pues yo también estoy bueno.
(CLIMANDO se tumba junto al río y el VIEJO DE LA FLAUTA se sienta en el banco estirando las piernas.)
(Pausa larga).
VIEJO DE LA FLAUTA.- Eso es del triciclo.
CLIMANDO.- ¿El qué?
VIEJO.- Lo del cansancio.
CLIMANDO.- Claro, como que me he pasado toda la tarde llevando niños. Me duelen sobre todo los sobacos.
VIEJO.- Eso será de llevar alpargatas. A mí me ocurre una cosa parecida, de tanto tocar la flauta me duelen las rodillas.
(Ambos hablan precipitadamente.)
CLIMANDO.- Eso será de usar sombrero. A mí me ocurre una cosa muy parecida, de tanto ayunar me duelen las uñas.
VIEJO.- (Disgustadísimo.) Eso será de tomar agua de la fuente de la plaza. A mí me ocurre una cosa parecida, de tanto usar pantalones me duelen las cejas.
CLIMANDO.- (Agresivo.) Eso será de no estar casado. A mí me ocurre una cosa parecida, de tanto dormir me duelen los pañuelos.
VIEJO.- (Violento.) Eso será de no comprar billetes de lotería. A mí me ocurre una cosa muy parecida, de tanto andar me duelen todos los pelos de la cabeza.
CLIMANDO.- (Alborozado.) ¡Falso! ¡Flaso!
VIEJO.- ¿Falso?
CLIMANDO.- Sí, sí, es falso, a usted no le pueden doler todos los pelos de la cabeza porque es calvo.
VIEJO.- Me has hecho trampa.
[...]
El triciclo. Fernando Arrabal.
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