5.5.05

Ismael en concierto: Gemidos. Parte I

El otro día conocí a mi vecino. Un tipo raro. Resulta que se acaba de mudar. Fui a sacar la basura, y me encuentro en el umbral del portal a un hombre hablando solo. Me acojoné bastante, la verdad. Él me vio y se deshizo en explicaciones:

-No pasa nada, no, es que estoy hablando solo.
-Ahh...eso me deja más tranquilo.
-Bueno, no, en realidad estaba hablando con Carlos Gardel.
-De puta madre.

Yo mientras pensaba que debía ser fantástico que Carlos Gardel te siguiera a todas partes, te podría dar consejos, y cantar un tango si hace falta. El chollo en cuestión se llama Esquizofrenia. Mi vecino me siguió contando y al parecer estaba un poco jodido, y triste. Porque se había mudado de casa (claro, era mi nuevo vecino). Yo me sorprendí y le dije algo así como que es una tontería pegarnos tanto a las cosas materiales y él me contó su historia.

Vivía solo. Comía solo. Cenaba solo. Y por supuesto dormía solo. Una noche llegó del trabajo, cansado, se puso a hacer zapping, nada interesante en la televisión. De pronto se empezaron a escuchar unos gemiditos, de mujer, lentos, suaves. Mi vecino agudizó el oido, los gemidos se iban haciendo más y mas intensos hasta acabar en jadeos. Apagó la televisión. Los jadeos finalmente se colaron entre la puerta, y estuvieron bailando en la habitación de mi vecino, sobre la cama, entre la ropa, por el suelo... Mi vecino rápidamente se quitó la ropa, apagó la luz y se dejó llevar.

Nunca durmió tan bien como aquella noche. Y la siguiente noche ocurrió lo mismo. Y la siguiente, y la siguiente...y así por mucho tiempo. No sólo su vida había cambiado, sino tambien la de todo el bloque. La gente se saludaba con un ánimo muy diferente en la escalera, eh? ¡Buenos días, buenos días! Se daban grandes abrazos. La vieja del tercero, que siempre se había negado a poner parabólica, en la última reunión de vecinos, Ponga lo que sea, ¡si esto es maravilloso! Pero la vecina de los gemidos, nunca iba a las juntas y mi vecino aún no la conocía. No sabía cómo era su rostro, pero me cuenta mi vecino que un lunes había quedado con unos amigos, iban de caza, sabes? Se había puesto su mejor traje, su mejor corbata. Y ya estaba mirándose en el espejo, atusándose el pelo, dándose los últimos retoques antes de salir, cuando, en la habitación de al lado, enseguida, escuchó como su vecina entraba con alguien. Al rato, intuyó cómo la ropa caia, podía intuir los besos. Y al poquito, puntuales, los gemidos. Me cuenta mi vecino que en ese momento se quitó la americana, la colgó en la percha, se deshizo el nudo de la corbata, apagó la luz y faltó a su cita. Supo entonces mi vecino que estaba locamente enamorado de aquella mujer.

Y por eso se mudó, para estar lejos de ella y olvidarla, olvidar su mas terrible obsesión. Y me cuenta mi vecino, que de vez en cuando, él abre las ventanas de par en par, dice, que según afina el oido a lo lejos, puede escuchar el sonido de una mujer gimiendo. Dice que es su antigua vecina, que le busca. No sé si será verdad, pero yo por si acaso, abro las ventanas...


(Gracias a Perséfone)

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